Zanzibar donde la tierra se
une con el mar, Los ocres y verdes de la sabana Tanzana se transforman en
blancos y turquesas. Incluso sus habitantes parecen salidos de otros mundos, de
otra forma de vida.
Hoy cada vez más nos
rendimos al encanto de Zanzibar, de sus playas, sus arrecifes de coral, de su
espléndido pasado… El archipiélago tanzano de Zanzíbar, formado por las islas
de Unguja y Pemba, es el mayor productor del mundo de clavo y se ha convertido,
por su singularidad y belleza, en uno de los destinos más atractivos de la
costa Este africana.
Exploradores, piratas,
sultanes, princesas y comerciantes de especias o de esclavos forman parte de la
historia que ha forjado durante siglos la esencia de Zanzíbar. Zanzíbar ofrece
algo más que idílicas playas. También exhibe un pasado histórico de esplendor
comercial que la puebla de restos heterogéneos y una riqueza natural que se
traduce en la abundancia de especias y extensas áreas verdes. Richard Burton, el
explorador británico, lo apreció en su primera visita a la isla, en 1856:
"Tierra, mar y cielo parecen envueltos en un suave y sensual reposo. El
mar, de puro zafiro, se deja acariciar bajo un sol resplandeciente".
Los angostos callejones de
Stone Town y, sobre todo, su omnipresente caos –urbanístico, circulatorio,
vital– poco tienen que ver con la parte no poblada de un archipiélago donde es
leyenda que se acuñó el "hakuna matata" swahili (traducible como
"ningún problema"). Esta Ciudad de Piedra, declarada Patrimonio de la
Humanidad en 2000, es la parte antigua de Zanzíbar, la capital isleña. Fue
construida fundamentalmente en el siglo XIX a base de casas tradicionales (de
estilos árabe e hindú) y palacios de piedra coralina con puertas talladas y lánguidos
balcones de aire colonial. Ésa es la huella de los ingleses y sus visires en
unas islas que conocieron una historia digna del Mediterráneo, en la que
pasaron por las manos del imperio persa, los musulmanes o los portugueses.
Pemba y Unguja (más conocida
en Europa como Zanzíbar) son las dos islas principales que se rodean de
pequeñas ínsulas que contienen buena parte del secreto de la exclusividad del
archipiélago. Abrazadas por el atolón coralino de Mnemba, ofrecen al buceador
hasta 60 metros verticales de claridad y una variada población marina, con
barracudas, peces rey, atunes, mantas, budiones o tiburones.
Desde un paseo en Dhow al
atardecer (típico barco a vela africano) hasta una visita al vivo mercado de
Stone Town con sus mil colores y olores dulces a especias, Zanzibar es más que
la Isla de las especias, el paraíso de los sentidos.
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